Bloque 2: Textos folclóricos

A lo largo de la historia la literatura folclóricos se ha transmitido de unos a otros.

La propagación de este tipo de literatura siempre ha sido y debería ser de forma oral, ya que es una de las características básicas del folclore.

Antiguamente, y puesto que la gente en su mayoría no sabía leer, las historias eran contadas de forma oral, como ya he dicho anteriormente. Cabe destacar que este tipo de literatura no debería ser leída sino contada. De echo al contar las historias, la expresión y la emoción que puede utilizar el narrador, hace que se transmita mucho mejor la historia que si se lee, por lo que es más fácil llegar a los receptores y sobre todo hacerles disfrutar.

Actualmente, y sobre todo en las aulas, se ha perdido esta oralidad de cuentos folclóricos, a mi parecer. La maestra suele leer los libros en vez de contarlos, y este tipo de textos no deberían transmitirse así. Además hay otro factor que también hace que se tenga una idea un poco distorsionada de estas historias y son las adaptaciones de Disney que todos conocemos para llevar estos cuentos a la pantalla grande.

Me ha sorprendido mucho, durante el tiempo que hemos visto este tema, descubrir lo equivocada que estaba con muchos de estos cuentos. Algunos de ellos pensaba que tenían autor y otros desconocía lo diferente que podía ser una versión respecto de otra. Otra cosa que me ha llamado la atención es la mala denominación de "cuentos infantiles" que reciben este tipo de relatos, ya que en muchos casos no son para contar a niños pequeños o no al menos sin haberlos adaptado un poco.

A todos nos gustan que nos cuenten textos folclóricos y para mi vida profesional creo que es muy importante aprender a hacerlo de una forma correcta. De tal forma, que aunque creo que aún tengo un largo recorrido para saberlo hacer adecuadamente, voy a empezar a aplicarlo en aquellas circunstancias que me lo permitan, como puede ser cuando paso tiempo con mis sobrinas o cuando estoy trabajando con niños pequeños de una forma menos formal.

Al final lo importante en el aula es el acercamiento de los niños a la literatura y que disfruten con ella. Por eso creo que es interesante el uso de este tipo de cuentos, junto con los de autor y la paraliteratura. Quizá la forma más adecuada sea alternarlos.

Algunos de los grandes recopiladores de textos folclóricos son los hermanos Grimm y Hans Christian Andersen, pero eso he querido acudir directamente a sus páginas oficiales para la selección de los cuentos. Los que he elegido son: "Los músicos de Brema" de los hermanos Grimm, "Los vestidos nuevos del emperador" y "La niña de los fósforos" de Hans Christian Andersen.



El primero de ellos lo he seleccionado porque me ha llamado la atención, ya que de pequeña veía unos dibujos que estaban basados en ese cuento. Y no sabía que había un cuento sobre el burro, el perro, el gato y el gallo, que tanto me divertían de niña.

El segundo y el tercero los he seleccionado porque los recuerdo de cuando era pequeña. "Los vestidos del emperador" recuerdo que me hacía mucha gracia y mi madre me lo leía una y otra vez. Y el de "La niña de los fósforos" también me lo leía mi madre y, a pesar de ser un cuento tan triste, lo recuerdo con cariño, de echo aún conservo el libro.


"Los músicos de Brema"

Tenía un hombre un asno que durante largos años había transportado incansablemente los sacos al molino; pero al cabo vinieron a faltarle las fuerzas, y cada día se iba haciendo más inútil para el trabajo. El amo pensó en deshacerse de él; pero el burro, dándose cuenta de que soplaban malos vientos, escapó y tomó el camino de la ciudad de Brema, pensando que tal vez podría encontrar trabajo como músico municipal. Después de andar un buen trecho, se encontró con un perro cazador que, echado en el camino, jadeaba, al parecer, cansado de una larga carrera. "Pareces muy fatigado, amigo," le dijo el asno. "¡Ay!" exclamó el perro, "como ya soy viejo y estoy más débil cada día que pasa y ya no sirvo para cazar, mi amo quiso matarme, y yo he puesto tierra por medio. Pero, ¿cómo voy a ganarme el pan?" - "¿Sabes qué?" dijo el asno. "Yo voy a Brema, a ver si puedo encontrar trabajo como músico de la ciudad. Vente conmigo y entra también en la banda. Yo tocaré el laúd, y tú puedes tocar los timbales." Parecióle bien al can la proposición, y prosiguieron juntos la ruta. No había transcurrido mucho rato cuando encontraron un gato con cara de tres días sin pan: "Y, pues, ¿qué contratiempo has sufrido, bigotazos?" preguntóle el asno. "No está uno para poner cara de Pascua cuando le va la piel," respondió el gato. "Porque me hago viejo, se me embotan los dientes y me siento más a gusto al lado del fuego que corriendo tras los ratones, mi ama ha tratado de ahogarme. Cierto que he logrado escapar, pero mi situación es apurada: ¿adónde iré ahora?" - "Vente a Brema con nosotros. Eres un perito en música nocturna y podrás entrar también en la banda." El gato estimó bueno el consejo y se agregó a los otros dos. Más tarde llegaron los tres fugitivos a un cortijo donde, encaramado en lo alto del portal, un gallo gritaba con todos sus pulmones. "Tu voz se nos mete en los sesos," dijo el asno. "¿Qué te pasa?" - "He estado profetizando buen tiempo," respondió el gallo, "porque es el día en que la Virgen María ha lavado la camisita del Niño Jesús y quiere ponerla a secar. Pero como resulta que mañana es domingo y vienen invitados, mi ama, que no tiene compasión, ha mandado a la cocinera que me eche al puchero; y así, esta noche va a cortarme el cuello. Por eso grito ahora con toda la fuerza de mis pulmones, mientras me quedan aún algunas horas." - "¡Bah, cresta roja!" dijo el asno. "Mejor harás viniéndote con nosotros. Mira, nos vamos a Brema; algo mejor que la muerte en cualquier parte lo encontrarás. Tienes buena voz, y si todos juntos armamos una banda, ya saldremos del apuro." El gallo le pareció interesante la oferta, y los cuatro emprendieron el camino de Brema.
 
Pero no pudieron llegar a la ciudad aquel mismo día, y al anochecer resolvieron pasar la noche en un bosque que encontraron. El asno y el perro se tendieron bajo un alto árbol; el gato y el gallo subiéronse a las ramas, aunque el gallo se encaramó de un vuelo hasta la cima, creyéndose allí más seguro. Antes de dormirse, echó una mirada a los cuatro vientos, y en la lejanía divisó una chispa de luz, por lo que gritó a sus compañeros que no muy lejos debía de haber una casa. Dijo entonces el asno: "Mejor será que levantemos el campo y vayamos a verlo, pues aquí estamos muy mal alojados." Pensó el perro que unos huesos y un poquitín de carne no vendrían mal, y, así se pusieron todos en camino en dirección de la luz; ésta iba aumentando en claridad a medida que se acercaban, hasta que llegaron a una guarida de ladrones, profusamente iluminada. El asno, que era el mayor, acercóse a la ventana, para echar un vistazo al interior. "¿Qué ves, rucio?" preguntó el gallo. "¿Qué veo?" replicó el asno. "Pues una mesa puesta con comida y bebida, y unos bandidos que se están dando el gran atracón." - "¡Tan bien como nos vendría a nosotros!" dijo el gallo. "¡Y tú que lo digas!" añadió el asno. "¡Quién pudiera estar allí!" Los animales deliberaron entonces acerca de la manera de expulsar a los bandoleros, y, al fin, dieron con una solución. El asno se colocó con las patas delanteras sobre la ventana; el perro montó sobre la espalda del asno, el gato trepó sobre el perro, y, finalmente, el gallo se subió de un vuelo sobre la cabeza del gato. Colocados ya, a una señal convenida prorrumpieron a la una en su horrísono música: el asno, rebuznando; el perro, ladrando; el gato, maullando, y cantando el gallo. Y acto seguido se precipitaron por la ventana en el interior de la sala, con gran estrépito de cristales. Levantáronse de un salto los bandidos ante aquel estruendo, pensando que tal vez se trataría de algún fantasma, y, presa de espanto, tomaron las de Villadiego en dirección al bosque. Los cuatro socios se sentaron a la mesa y, con las sobras de sus antecesores, se hartaron como si los esperasen cuatro semanas de ayuno.
 
Cuando los cuatro músicos hubieron terminado el banquete, apagaron la luz y se buscaron cada uno una yacija apropiada a su naturaleza y gusto. El asno se echó sobre el estiércol; el perro, detrás de la puerta; el gato, sobre las cenizas calientes del hogar, y el gallo se posó en una viga; y como todos estaban rendidos de su larga caminata, no tardaron en dormirse. A media noche, observando desde lejos los ladrones que no había luz en la casa y que todo parecía tranquilo, dijo el capitán: "No debíamos habernos asustado tan fácilmente," y envió a uno de los de la cuadrilla a explorar el terreno. El mensajero lo encontró todo quieto y silencioso, y entró en la cocina para encender luz. Tomando los brillantes ojos del gato por brasas encendidas, aplicó a ellos un fósforo, para que prendiese. Pero el gato no estaba para bromas y, saltándole al rostro, se puso a soplarle y arañarle. Asustado el hombre, echó a correr hacia la puerta trasera; pero el perro, que dormía allí, se levantó de un brinco y le hincó los dientes en la pierna; y cuando el bandolero, en su huida, atravesó la era por encima del estercolero, el asno le propinó una recia coz, mientras el gallo, despertado por todo aquel alboroto y, ya muy animado, gritaba desde su viga: "¡Kikirikí!" El ladrón, corriendo como alma que lleva el diablo, llegó hasta donde estaba el capitán, y le dijo: "¡Uf!, en la casa hay una horrible bruja que me ha soplado y arañado la cara con sus largas uñas. Y en la puerta hay un hombre armado de un cuchillo y me lo ha clavado en la pierna. En la era, un monstruo negro me ha aporreado con un enorme mazo, y en la cima del tejado, el juez venga gritar: '¡Traedme el bribón aquí!' Menos mal que pude escapar." Los bandoleros ya no se atrevieron a volver a la casa, y los músicos de Brema se encontraron en ella tan a gusto, que ya no la abandonaron. Y quien no quiera creerlo, que vaya a verlo.

Como tratar este cuento en el aula

Este cuento lo utilizaría en un aula de 5-6 años, ya que me parece que es un poco largo para niños más pequeños, y a esas edades aguantan más tiempo escuchando un cuento. En el texto he subrayado algunas palabras y expresiones que creo que se deberían cambiar a la hora de contárselo a los niños, bien porque son palabras del castellano antiguo, bien porque son expresión que les puede costar entender. De todas formas al ser un cuento, que se cuenta (valga la redundancia) y que por lo tanto ni se lee ni se debe aprender de memoria a pies puntillas para contarlo, no creo que haya mayor problema con el vocabulario, ya que al final, será el propio narrador el que utilice sus propias palabras siguiendo el hilo de la historia (lo mismo ocurre para los otros dos cuentos).

Al finalizar la historia les haría algunas preguntas tales como:
  • ¿Os ha gustado el cuento?, ¿por qué?
  • ¿Cómo tratan los dueños a los animales?, ¿cómo la haríais vosotros?
  • ¿Qué os parece el comportamiento de los animales?, ¿y el de los bandoleros?
Para concluir, quiero remarcar que en general a los niños les gustan mucho los animales, y al ser los protagonistas un burro, un perro, un gato y un gallo, creo que les podría gustar mucho este cuento. Además, también se puede aprovechar la ocasión para hablar del cuidado a los animales, ya que los protagonistas tienen que abandonar su hogar a causa de sus dueños.


"Los vestidos nuevos del emperador"

Hace de esto muchos años, había un Emperador tan aficionado a los trajes nuevos, que gastaba todas sus rentas en vestir con la máxima elegancia. No se interesaba por sus soldados ni por el teatro, ni le gustaba salir de paseo por el campo, a menos que fuera para lucir sus trajes nuevos. Tenía un vestido distinto para cada hora del día, y de la misma manera que se dice de un rey: "Está en el Consejo," de nuestro hombre se decía: "El Emperador está en el vestuario." La ciudad en que vivía el Emperador era muy alegre y bulliciosa. Todos los días llegaban a ella muchísimos extranjeros, y una vez se presentaron dos truhanes que se hacían pasar por tejedores, asegurando que sabían tejer las más maravillosas telas. No solamente los colores y los dibujos eran hermosísimos, sino que las prendas con ellas confeccionadas poseían la milagrosa virtud de ser invisibles a toda persona que no fuera apta para su cargo o que fuera irremediablemente estúpida.
- ¡Deben ser vestidos magníficos! -pensó el Emperador-. Si los tuviese, podría averiguar qué funcionarios del reino son ineptos para el cargo que ocupan. Podría distinguir entre los inteligentes y los tontos. Nada, que se pongan enseguida a tejer la tela-. Y mandó abonar a los dos pícaros un buen adelanto en metálico, para que pusieran manos a la obra cuanto antes.
Ellos montaron un telar y simularon que trabajaban; pero no tenían nada en la máquina. A pesar de ello, se hicieron suministrar las sedas más finas y el oro de mejor calidad, que se embolsaron bonitamente, mientras seguían haciendo como que trabajaban en los telares vacíos hasta muy entrada la noche.
«Me gustaría saber si avanzan con la tela»-, pensó el Emperador. Pero habla una cuestión que lo tenía un tanto cohibido, a saber, que un hombre que fuera estúpido o inepto para su cargo no podría ver lo que estaban tejiendo. No es que temiera por sí mismo; sobre este punto estaba tranquilo; pero, por si acaso, prefería enviar primero a otro, para cerciorarse de cómo andaban las cosas. Todos los habitantes de la ciudad estaban informados de la particular virtud de aquella tela, y todos estaban impacientes por ver hasta qué punto su vecino era estúpido o incapaz.
«Enviaré a mi viejo ministro a que visite a los tejedores -pensó el Emperador-. Es un hombre honrado y el más indicado para juzgar de las cualidades de la tela, pues tiene talento, y no hay quien desempeñe el cargo como él».
El viejo y digno ministro se presentó, pues, en la sala ocupada por los dos embaucadores, los cuales seguían trabajando en los telares vacíos. «¡Dios nos ampare! -pensó el ministro para sus adentros, abriendo unos ojos como naranjas-. ¡Pero si no veo nada!». Sin embargo, no soltó palabra.
Los dos fulleros le rogaron que se acercase le preguntaron si no encontraba magníficos el color y el dibujo. Le señalaban el telar vacío, y el pobre hombre seguía con los ojos desencajados, pero sin ver nada, puesto que nada había. «¡Dios santo! -pensó-. ¿Seré tonto acaso? Jamás lo hubiera creído, y nadie tiene que saberlo. ¿Es posible que sea inútil para el cargo? No, desde luego no puedo decir que no he visto la tela».
- ¿Qué? ¿No dice Vuecencia nada del tejido? -preguntó uno de los tejedores.
- ¡Oh, precioso, maravilloso! -respondió el viejo ministro mirando a través de los lentes-. ¡Qué dibujo y qué colores! Desde luego, diré al Emperador que me ha gustado extraordinariamente.
- Nos da una buena alegría -respondieron los dos tejedores, dándole los nombres de los colores y describiéndole el raro dibujo. El viejo tuvo buen cuidado de quedarse las explicaciones en la memoria para poder repetirlas al Emperador; y así lo hizo.
Los estafadores pidieron entonces más dinero, seda y oro, ya que lo necesitaban para seguir tejiendo. Todo fue a parar a su bolsillo, pues ni una hebra se empleó en el telar, y ellos continuaron, como antes, trabajando en las máquinas vacías.
Poco después el Emperador envió a otro funcionario de su confianza a inspeccionar el estado de la tela e informarse de si quedaría pronto lista. Al segundo le ocurrió lo que al primero; miró y miró, pero como en el telar no había nada, nada pudo ver.
- ¿Verdad que es una tela bonita? -preguntaron los dos tramposos, señalando y explicando el precioso dibujo que no existía.
«Yo no soy tonto -pensó el hombre-, y el empleo que tengo no lo suelto. Sería muy fastidioso. Es preciso que nadie se dé cuenta». Y se deshizo en alabanzas de la tela que no veía, y ponderó su entusiasmo por aquellos hermosos colores y aquel soberbio dibujo.
- ¡Es digno de admiración! -dijo al Emperador.
Todos los moradores de la capital hablaban de la magnífica tela, tanto, que el Emperador quiso verla con sus propios ojos antes de que la sacasen del telar. Seguido de una multitud de personajes escogidos, entre los cuales figuraban los dos probos funcionarios de marras, se encaminó a la casa donde paraban los pícaros, los cuales continuaban tejiendo con todas sus fuerzas, aunque sin hebras ni hilados.
- ¿Verdad que es admirable? -preguntaron los dos honrados dignatarios-. Fíjese Vuestra Majestad en estos colores y estos dibujos - y señalaban el telar vacío, creyendo que los demás veían la tela.
«¡Cómo! -pensó el Emperador-. ¡Yo no veo nada! ¡Esto es terrible! ¿Seré tonto? ¿Acaso no sirvo para emperador? Sería espantoso».
- ¡Oh, sí, es muy bonita! -dijo-. Me gusta, la apruebo-. Y con un gesto de agrado miraba el telar vacío; no quería confesar que no veía nada. Todos los componentes de su séquito miraban y remiraban, pero ninguno sacaba nada en limpio; no obstante, todo era exclamar, como el Emperador: - ¡oh, qué bonito! -, y le aconsejaron que estrenase los vestidos confeccionados con aquella tela, en la procesión que debía celebrarse próximamente. - ¡Es preciosa, elegantísima, estupenda! - corría de boca en boca, y todo el mundo parecía extasiado con ella. El Emperador concedió una condecoración a cada uno de los dos bellacos para que se la prendieran en el ojal, y los nombró tejedores imperiales.
Durante toda la noche que precedió al día de la fiesta, los dos embaucadores estuvieron levantados, con dieciséis lámparas encendidas, para que la gente viese que trabajaban activamente en la confección de los nuevos vestidos del Soberano. Simularon quitar la tela del telar, cortarla con grandes tijeras y coserla con agujas sin hebra; finalmente, dijeron: - ¡Por fin, el vestido está listo!
Llegó el Emperador en compañía de sus caballeros principales, y los
dos truhanes, levantando los brazos como si sostuviesen algo, dijeron:
- Esto son los pantalones. Ahí está la casaca. - Aquí tenéis el manto... Las prendas son ligeras como si fuesen de telaraña; uno creería no llevar nada sobre el cuerpo, mas precisamente esto es lo bueno de la tela.
- ¡Sí! - asintieron todos los cortesanos, a pesar de que no veían nada, pues nada había.
- ¿Quiere dignarse Vuestra Majestad quitarse el traje que lleva -dijeron los dos bribones- para que podamos vestiros el nuevo delante del espejo?
Quitóse el Emperador sus prendas, y los dos simularon ponerle las diversas piezas del vestido nuevo, que pretendían haber terminado poco antes. Y cogiendo al Emperador por la cintura, hicieron como si le atasen algo, la cola seguramente; y el Monarca todo era dar vueltas ante el espejo.
- ¡Dios, y qué bien le sienta, le va estupendamente! -exclamaban todos-. ¡Vaya dibujo y vaya colores! ¡Es un traje precioso! - El palio bajo el cual irá Vuestra Majestad durante la procesión, aguarda ya en la calle - anunció el maestro de Ceremonias.
- Muy bien, estoy a punto -dijo el Emperador-. ¿Verdad que me sienta bien? - y volvióse una vez más de cara al espejo, para que todos creyeran que veía el vestido.
Los ayudas de cámara encargados de sostener la cola bajaron las manos al suelo como para levantarla, y avanzaron con ademán de sostener algo en el aire; por nada del mundo hubieran confesado que no veían nada. Y de este modo echó a andar el Emperador bajo el magnífico palio, mientras el gentío, desde la calle y las ventanas, decían:
- ¡Qué preciosos son los vestidos nuevos del Emperador! ¡Qué magnífica cola! ¡Qué hermoso es todo!-. Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por incapaz en su cargo o por estúpido. Ningún traje del Monarca había tenido tanto éxito como aquél.
¡Pero si no lleva nada! -exclamó de pronto un niño. - ¡Dios bendito, escuchad la voz de la inocencia! - dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño.
- ¡No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada!
- ¡Pero si no lleva nada! -gritó, al fin, el pueblo entero.
Aquello inquietó al Emperador, pues barruntaba que el pueblo tenía razón; mas pensó: «Hay que aguantar hasta el fin». Y siguió más altivo que antes; y los ayudas de cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola.

Como tratar este cuento en el aula

Este cuento lo utilizaría para niños de 5-6 años, por el mismo motivo que el anterior, me parece un cuento demasiado largo para niños más pequeños. En este caso, sólo he marcado dos palabras que no utilizaría, pero estoy segura de que cualquier narrador que contase este cuento no utilizaría esas expresiones. salvo que se las hubiera aprendido de memoria.

En este caso las preguntas que les plantearía a los niños al finalizar serían:
  • ¿Qué os parece el vestido del emperador? (con idea de ver si han entendido el engaño)
  • ¿Qué os parece que los súbditos digan que les gusta el traje cuando no ven nada?, ¿qué habríais hecho vosotros?
  • ¿Saldríais a la calle sin ropa?

Me parece un cuento muy divertido con el que los niños pueden disfrutar y pasar un buen rato. Creo que contándolo adecuadamente e incluso haciendo los gestos y expresiones apropiadas puede mantener a los niños expectantes hasta el final .


"La niña de los fósforos"

¡Qué frío hacía!; nevaba y comenzaba a oscurecer; era la última noche del año, la noche de San Silvestre. Bajo aquel frío y en aquella oscuridad, pasaba por la calle una pobre niña, descalza y con la cabeza descubierta. Verdad es que al salir de su casa llevaba zapatillas, pero, ¡de qué le sirvieron! Eran unas zapatillas que su madre había llevado últimamente, y a la pequeña le venían tan grandes, que las perdió al cruzar corriendo la calle para librarse de dos coches que venían a toda velocidad. Una de las zapatillas no hubo medio de encontrarla, y la otra se la había puesto un mozalbete, que dijo que la haría servir de cuna el día que tuviese hijos.

Y así la pobrecilla andaba descalza con los desnudos piececitos completamente amoratados por el frío. En un viejo delantal llevaba un puñado de fósforos, y un paquete en una mano. En todo el santo día nadie le había comprado nada, ni le había dado un mísero chelín; volvíase a su casa hambrienta y medio helada, ¡y parecía tan abatida, la pobrecilla! Los copos de nieve caían sobre su largo cabello rubio, cuyos hermosos rizos le cubrían el cuello; pero no estaba ella para presumir.

En un ángulo que formaban dos casas -una más saliente que la otra-, se sentó en el suelo y se acurrucó hecha un ovillo. Encogía los piececitos todo lo posible, pero el frío la iba invadiendo, y, por otra parte, no se atrevía a volver a casa, pues no había vendido ni un fósforo, ni recogido un triste céntimo. Su padre le pegaría, además de que en casa hacía frío también; sólo los cobijaba el tejado, y el viento entraba por todas partes, pese a la paja y los trapos con que habían procurado tapar las rendijas. Tenía las manitas casi ateridas de frío. ¡Ay, un fósforo la aliviaría seguramente! ¡Si se atreviese a sacar uno solo del manojo, frotarlo contra la pared y calentarse los dedos! Y sacó uno: «¡ritch!». ¡Cómo chispeó y cómo quemaba! Dio una llama clara, cálida, como una lucecita, cuando la resguardó con la mano; una luz maravillosa. Parecióle a la pequeñuela que estaba sentada junto a una gran estufa de hierro, con pies y campana de latón; el fuego ardía magníficamente en su interior, ¡y calentaba tan bien! La niña alargó los pies para calentárselos a su vez, pero se extinguió la llama, se esfumó la estufa, y ella se quedó sentada, con el resto de la consumida cerilla en la mano.

Encendió otra, que, al arder y proyectar su luz sobre la pared, volvió a ésta transparente como si fuese de gasa, y la niña pudo ver el interior de una habitación donde estaba la mesa puesta, cubierta con un blanquísimo mantel y fina porcelana. Un pato asado humeaba deliciosamente, relleno de ciruelas y manzanas. Y lo mejor del caso fue que el pato saltó fuera de la fuente y, anadeando por el suelo con un tenedor y un cuchillo a la espalda, se dirigió hacia la pobre muchachita. Pero en aquel momento se apagó el fósforo, dejando visible tan sólo la gruesa y fría pared.

Encendió la niña una tercera cerilla, y se encontró sentada debajo de un hermosísimo árbol de Navidad. Era aún más alto y más bonito que el que viera la última Nochebuena, a través de la puerta de cristales, en casa del rico comerciante. Millares de velitas, ardían en las ramas verdes, y de éstas colgaban pintadas estampas, semejantes a las que adornaban los escaparates. La pequeña levantó los dos bracitos... y entonces se apagó el fósforo. Todas las lucecitas se remontaron a lo alto, y ella se dio cuenta de que eran las rutilantes estrellas del cielo; una de ellas se desprendió y trazó en el firmamento una larga estela de fuego.

«Alguien se está muriendo» -pensó la niña, pues su abuela, la única persona que la había querido, pero que estaba muerta ya, le había dicho: -Cuando una estrella cae, un alma se eleva hacia Dios.

Frotó una nueva cerilla contra la pared; se iluminó el espacio inmediato, y apareció la anciana abuelita, radiante, dulce y cariñosa.

- ¡Abuelita! -exclamó la pequeña-. ¡Llévame, contigo! Sé que te irás también cuando se apague el fósforo, del mismo modo que se fueron la estufa, el asado y el árbol de Navidad. Apresuróse a encender los fósforos que le quedaban, afanosa de no perder a su abuela; y los fósforos brillaron con luz más clara que la del pleno día. Nunca la abuelita había sido tan alta y tan hermosa; tomó a la niña en el brazo y, envueltas las dos en un gran resplandor, henchidas de gozo, emprendieron el vuelo hacia las alturas, sin que la pequeña sintiera ya frío, hambre ni miedo. Estaban en la mansión de Dios Nuestro Señor.

Pero en el ángulo de la casa, la fría madrugada descubrió a la chiquilla, rojas las mejillas, y la boca sonriente... Muerta, muerta de frío en la última noche del Año Viejo. La primera mañana del Nuevo Año iluminó el pequeño cadáver, sentado, con sus fósforos, un paquetito de los cuales aparecía consumido casi del todo. «¡Quiso calentarse!», dijo la gente. Pero nadie supo las maravillas que había visto, ni el esplendor con que, en compañía de su anciana abuelita, había subido a la gloria del Año Nuevo.
 
Como tratar este cuento en el aula

Es un cuento triste y que además acaba con un final aún más triste, ya que la niña acaba muriendo, pero aún así no veo mal contarlo a niños. Por la historia en sí y por su duración también creo que debería contarse al último curso de infantil.
Quizá se puede aprovechar la historia para hablar sobre la muerte con los más pequeños y averiguar qué conocen sobre el tema.
 
No sé si sería muy apropiado mantener las expresiones de ámbito católico que aparecen en la historia, ya que no estoy muy segura hasta qué punto se debe hablar a los niños en base a una religión u otra, o si es mejor mantenerse al margen y dejar esa parte de la educación a las familias. Aunque claro está, que si trabajas en un centro católico, seguramente lo más correcto sería contar el cuento tal cuál, es decir, utilizando esas expresiones referidas a Dios. Por lo demás, tiene un vocabulario fácil de entender a excepción de las tres expresiones subrayadas que, como ocurría en los anteriores cuentos, considero que se deberían cambiar por su versión más actualizada.
 
Algunas de las preguntas que se podrían plantear son:
  • ¿Qué haríais si tuvierais mucho frío?
  • ¿Cómo os sentiríais si vierais a alguien pasando frío?, ¿qué haríais?



CONCLUSIÓN

Me ha gustado tener que buscar cuentos folclóricos y redescubrir algunos de los cuentos que me gustaban de pequeña, que tantas veces escuche y con los que tanto disfruté.
He elegido para todos los cuentos el último curso de infantil por varios motivos, una de ellos es por la duración de los mismo, pero también porque en cada uno de ellos se hablan sobre temas que en edades más tempranas les puede resultar más difícil de entender; como por ejemplo el engaño o la vergüenza que aparecen en el cuento de "Los vestidos nuevos del emperador" o la muerte que aparece en "La niña de los fósforos".
Creo que es necesario que los maestros/as recuperen este tipo de cuentos y vuelvan a la aulas los cuentacuentos y los textos folclóricos. Sin duda suponen un gran disfrute y creo que contribuyen al desarrollo de los niños, tanto de su imaginación como de su aprendizaje.



WEBGRAFÍA:

Cuentos hermanos Grimm

Cuento "Los músicos de Brema"

Cuentos Hans Christian Andersen

Cuento "Los vestidos nuevos del emperador"

Cuentos "La niña de los fósforos"






Comentarios

  1. Buenos días Sandra,
    Me gustaría empezar dándote la enhorabuena por tu entrada, considero que te expresas muy bien.
    Respecto a la introducción, opino que está muy completa. No solo hablas del tema de la actividad y la presentas, sino que también lo relacionas con la literatura folclórica dentro del aula.
    Profundizando un poco más en la actividad, pienso que en lugar de poner el cuento entero, podrías haber hecho un pequeño resumen para disminuir la extensión de la entrada, pero eso ya es un gusto personal. Por otra parte, coincido contigo en las edades a las que quieres dirigirlos y opino que las preguntas que quieres trabajar después son muy adecuadas porque se centran en el objetivo, en saber cómo han entendido la historia y no qué han entendido.
    El único apunte que podría hacerte es que tengas cuidado con las faltas de ortografía, pero por lo demás, mis más sinceras felicitaciones.
    Un saludo

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    1. Hola Nuria

      Gracias por tu comentario, me alegro que te haya gustado. He vuelto a releer la entrada y no he localizado faltas de ortografía. Como me comentas que tenga cuidado con eso te agradecería que me dijeras dónde has visto que he cometido alguna para poderlo corregir y así mejorar mi trabajo.

      Un saludo.

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  2. Hola Sandra, en primer lugar felicitarte por tu trabajo.

    Me ha gustado mucho la introducción que has hecho, porque no es todo teórico si no que metes tu propia reflexión, haciéndolo mucho más interesante y ameno a los que lo leen.

    Como recomendación, para que la entrada no sea tan extensa y sea más fácil de leer, pondría los enlaces de los cuentos en vez de poner el cuento entero en el blog. También como consejo podrías poner apartados para que este mejor organizado y sea mas visual.

    En cuanto al primer cuento, pienso que se debería de adaptar la introducción donde cada animal cuenta porque ha decidido abandonar su hogar y todos ellos explican como cruelmente sus amos habían decidido matarles. Pienso que es algo fuerte para contarle a los niños, tal vez cambiaría la causa por la que han decido irse de su casa.
    Me gustaría saber el porque de tu elección de este texto, tengo dudas con los valores que transmite y con las conclusiones y reflexiones que podrían sacar los niños.

    Como consejo, para que tu entrada pueda estar mejor, te recomendaría añadir la justificación de tu elección de los tres textos que has escogido.

    Estoy muy de acuerdo con la edad que has deicidio en el cuento "Los vestidos nuevos del emperador". En cuanto al último cuento que has escogido, tengo muchas dudas si yo como maestra en un futuro les contaría esta historia a mis alumnos, pero me ha gustado leer tu opinión.

    Para finalizar y que este más completa tu entrada, te recomendaría ampliar la justificación de las edades escogidas, así tu trabajo se enriquece y gana fuerza.

    Por último, me ha gustado tu conclusión, estoy totalmente de acuerdo contigo.
    Espero haberte ayudado Sandra.

    Un saludo.

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    1. Hola Laura, gracias por tu comentario.

      Quiero explicarte el por qué de mi elección a la hora de poner el texto completo del cuento y no solamente el enlace. Sencillamente es porque creo que no son cuentos demasiado conocidos y me apetecía que los que os metierais en mi blog los leyerais. Si sólo está el enlace me temo que muchos ni se meterían a leer el cuento. Al final pongo los enlaces para que se vea de dónde los he sacado.

      He puesto apartados como decías, espero que sea más visual la entrada.

      El primer cuento lo elegí, como pone al principio, porque de pequeña veía una serie que estaba basada en estos protagonistas y no sabía que existía un cuento. Por eso quise leerlo y trabajarlo. Es verdad que puede ser un poco duro los motivos por los que los animales deben abandonar su hogar pero, como he indicado, creo que se puede aprovechar para hablar con los niños sobre el cuidado de los animales y descubrir qué conocen sobre el tema.

      La justificación de mi elección de los cuentos está justo antes de los cuentos, no hay más motivos que esos. En cuanto a la justificación de las edades, aunque lo comento en cada cuento, he añadido en las conclusiones un poco más.

      Gracias por tus aportaciones de mejora.

      Un saludo

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  3. Hola Sandra,

    Para empezar, quería decirte que has hecho un buen trabajo y me han gustado mucho los textos que has elegido para esta segunda actividad.

    Me ha parecido bien que hayas incluido los textos que has elegido en el blog, para que podamos leerlos y que los hayas diferenciado con otro tipo de letra. Quizá resultaría mas sencillo que hubieses puesto algún link que llevase a otra página para que el blog no resulte tan extenso, pero eso ya es una opinión personal.

    En el apartado de "Los músicos de Brema" se me ocurre que también podrías preguntarles, ¿qué haríais vosotros? Creo que es otra forma de comprobar si los niños han entendido bien la historia. Y en el apartado de "Los vestidos del emperador" justificaría un poco más porque es bueno para la edad que has seleccionado.

    Me han gustado las edades que has elegido para los tres textos y tu conclusión me ha parecido que estaba muy bien.

    Buen trabajo Sandra.

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  4. Está perfecto, Sandra pero "de hecho" es con h. No sé si era eso a lo que se refería Nuria.

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